jueves, 28 de julio de 2016

NO SÉ DECIR NO, NO QUIERO QUE ME DIGAN NO



Pareciera ser que en nuestra sociedad los no son invitados poco frecuentes a las conversaciones, reuniones y otras instancias en donde intervienen las personas. si ponemos atención tendremos la oportunidad de ver y escuchar diálogos como el siguiente:

y ¿cuándo nos juntamos?

mmm…mira llamémonos.

Alo sr. Fontecilla, mire usted habla con verónica López de seguros americanos. ¿cuándo nos podemos reunir para ofrecerle una alternativa conveniente a los seguros de vida que usted tiene?

ahh si…..ehhh… llámeme el martes

Juan se encuentra lleno de trabajo, sobrepasado y atrasado en promesas que ha hecho y que aún no puede cumplir
Oiga juan ¿usted puede recalcular estos precios ahora verdad?

Si ehh..yo lo hago

En estas tres situaciones pareciera haber un no frustrado, algo le falta a cada personaje para expresar claramente que no quiere o no puede juntarse, que no le interesa otra alternativa de seguros de vida o que esta sobrepasado de trabajo y por lo tanto acceder a la petición de recalcular los precios lo atrasará más aún y que lo que verdaderamente necesita es ayuda.

Muchas veces aprendemos a caer bien cediendo y así nos postergamos satisfaciendo las necesidades de otro o de otros. otras veces pretendemos evitar lo que “creemos” será un conflicto y preferimos “llevar la fiesta en paz”.

Cuando por fin decidimos decir no, estamos tan agobiados por haber cedido tantas veces que lo decimos con rabia, enojados y con una carga desproporcionada del hecho que motivo decir ese no, la otra parte se desconcierta, los que observan también y una vez más se refuerza en nosotros la creencia que decir no genera conflictos y así seguimos en este círculo venenoso (está bien, dije venenoso y no vicioso).

¿Qué es lo que nos impide decir no?

Me aventuro con la siguiente aproximación de respuesta:

Nos frena el miedo, miedo a caer mal, miedo a causarle “daño” o herir a la otra persona, miedo a que no nos quieran, miedo a que el otro piense que no podemos o que no somos capaces, miedo a no cumplir expectativas, miedo a evidenciar que no somos lo que el otro creía que éramos o le hicimos creer que éramos, miedo a ser descubiertos, y un sinnúmero de otros miedos que hemos construido y que habitan en nosotros.

Por otra parte, no sabemos cómo decir no y si a esto agregamos las experiencias poco afortunadas al transitar ese espacio es más claro entender nuestra reticencia al no.

Me parece muy importante, para tener disponible el no, el entender a este como un “derecho”, todos tenemos el legítimo derecho a expresarlo en algún momento, libre de miedo y culpa.


Manifestar adecuadamente él no requiere entrenamiento para desarrollar la habilidad de expresarlo congruentemente, es decir que lo que expreso en forma verbal está en línea con lo que siento y con lo que manifiesto en lenguaje no verbal.

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