NO
SÉ DECIR NO, NO QUIERO QUE ME DIGAN NO
Pareciera ser que
en nuestra sociedad los no son invitados poco frecuentes a las conversaciones,
reuniones y otras instancias en donde intervienen las personas. si ponemos
atención tendremos la oportunidad de ver y escuchar diálogos como el siguiente:
y ¿cuándo nos
juntamos?
mmm…mira
llamémonos.
Alo sr. Fontecilla,
mire usted habla con verónica López de seguros americanos. ¿cuándo nos podemos
reunir para ofrecerle una alternativa conveniente a los seguros de vida que
usted tiene?
ahh si…..ehhh…
llámeme el martes
Juan se encuentra
lleno de trabajo, sobrepasado y atrasado en promesas que ha hecho y que aún no
puede cumplir
Oiga juan ¿usted
puede recalcular estos precios ahora verdad?
Si ehh..yo lo hago
En estas tres
situaciones pareciera haber un no frustrado, algo le falta a cada personaje
para expresar claramente que no quiere o no puede juntarse, que no le interesa
otra alternativa de seguros de vida o que esta sobrepasado de trabajo y por lo
tanto acceder a la petición de recalcular los precios lo atrasará más aún y que
lo que verdaderamente necesita es ayuda.
Muchas veces aprendemos
a caer bien cediendo y así nos postergamos satisfaciendo las necesidades de
otro o de otros. otras veces pretendemos evitar lo que “creemos” será un
conflicto y preferimos “llevar la fiesta en paz”.
Cuando por fin
decidimos decir no, estamos tan agobiados por haber cedido tantas veces que lo
decimos con rabia, enojados y con una carga desproporcionada del hecho que
motivo decir ese no, la otra parte se desconcierta, los que observan también y
una vez más se refuerza en nosotros la creencia que decir no genera conflictos
y así seguimos en este círculo venenoso (está bien, dije venenoso y no
vicioso).
¿Qué es lo que nos
impide decir no?
Me aventuro con la
siguiente aproximación de respuesta:
Nos frena el
miedo, miedo a caer mal, miedo a causarle “daño” o herir a la otra persona,
miedo a que no nos quieran, miedo a que el otro piense que no podemos o que no
somos capaces, miedo a no cumplir expectativas, miedo a evidenciar que no somos
lo que el otro creía que éramos o le hicimos creer que éramos, miedo a ser
descubiertos, y un sinnúmero de otros miedos que hemos construido y que habitan
en nosotros.
Por otra parte, no
sabemos cómo decir no y si a esto agregamos las experiencias poco afortunadas
al transitar ese espacio es más claro entender nuestra reticencia al no.
Me parece muy
importante, para tener disponible el no, el entender a este como un “derecho”,
todos tenemos el legítimo derecho a expresarlo en algún momento, libre de miedo
y culpa.
Manifestar
adecuadamente él no requiere entrenamiento para desarrollar la habilidad de
expresarlo congruentemente, es decir que lo que expreso en forma verbal está en
línea con lo que siento y con lo que manifiesto en lenguaje no verbal.
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